EL MOVIMIENTO INTERIOR: “A LA VERTIGINOSA VELOCIDAD DE LA QUIETUD”
EL MOVIMIENTO INTERIOR: “A LA
VERTIGINOSA VELOCIDAD DE LA QUIETUD”[1]
Albert
Rams
“La manera más salvaje
selvática y salvadora
de mover el cuerpo, la manera
más sutil y muscular,
más cercana a la Materia
Hecha Fuente Porque Fuente Es,
el movimiento corporal más
insultante de todos y, sí,
si (se) quiere, el más amoroso
es la palabra y hablar.”
Enric Cassases[2]
1.- Introducción
Quizás
resulte extraño al lector/a que, en un número de nuestra querida Revista,
dedicada esta vez al Movimiento,
aparezca un artículo que quiera hablar de la Quietud, sobre una cierta quietud, claro. Sin embargo,
me propongo mostrar – siguiendo ese hermoso verso de Celaya que encabeza el
texto[3]–
que la quietud del movimiento de desplazamiento, motriz o manifiestamente
visible, no significa necesariamente el detenimiento de los movimientos
interiores, mini- movimientos, micro- movimientos, e incluso los imperceptibles
nano- movimientos. Y que hay quietudes… ¡y Quietudes!.
Decía
Simone de Beauvoir[4]:
“El placer sexual en la mujer es una
especie de conjuro mágico. Exige un completo abandono. Si las palabras o los
movimientos se oponen a la magia de las caricias, el hechizo se rompe”
Y,
todavía, que, en determinados estados de conciencia, esa velocidad de los
Movimientos Interiores, puede llegar a ser vertiginosa, al igual que el
silencio, en algunos estados meditativos puede llegar a ser estruendoso - ¡ah
la música callada de San Juan…! Como sonora puede ser la soledad, tal como
tan maravillosamente nos contaron el propio Juan de la Cruz o Juan Ramón
Jiménez[5].
Tres
referencias para empezar y mapear.
Dice
este último, Juan Ramón, en “EL SER UNO”:
“Que
nada me invada de fuera,
Que
sólo me escuche yo dentro.
Yo
dios
de
mi pecho.
(Yo
todo: poniente y aurora:
amor,
amistad, vida y sueño
yo
solo
universo)
Pasad,
no penséis en mi vida,
dejadme
sumido y esbelto.
Yo
uno
en
mi centro”[6]
Y
dice mi querido Paco Peñarrubia:
“En el libro a cuatro manos de José Luis
Sanpedro y el cardiólogo Valentín Fuster (“La ciencia y la vida”) proponen esta
primera recomendación para reorientarse hacia la salud: “Lo primero, pararse,
para reaccionar al ruido y salir de la sobre-excitación del mundo de hoy”[7]
Añade,
por último, Rafa Redondo respecto al Za Zen, en una cita que reproduzco íntegra
por su belleza y precisión[8]:
“Permanece atento, completamente
atento... porque algo ocurre en la hondura, y en la frontera del aire con la
piel; ahí, en la silente simplicidad de nuestro de estar sentados: el empeño de
la Vida en animarnos. Así se entiende que una de las traducciones del Za-Zen se
“estar sentado esperando la noticia”. Quizá algún lingüista lo desdiga. Me
daría igual.
Se trata de despertar del sueño de
atribuir a Dios un rostro, para luego poderlo hallar en el propio semblante de
la Dicha: cuando en la mansa dádiva de las pequeñas cosas se alumbra la
existencia, comenzando por el humilde hecho de respirar. Y sentirse a uno mismo
que se es; vivir continuamente el milagro de ser, tan sólo ser…
Párate, por favor. Apéate del trote
ajeno. No obedezcas. Para, por favor. Déjale hablar al Fondo. Contempla lo que
te arde. Párate, para, párate. Pre-párate.
Alguien –es un decir- me ha enseñado a
ser Nadie. Y a no estar. Y - ¡qué curioso fenómeno!- es cuando más presente estoy.
Paradójica Presencia, silenciosa Fuerza del Ser, brotando gota a gota del
manantial de la propia disolución.
Cuán extraño instinto suicida, dejarse
entonces devorar por la triste liturgia de la costumbre. Después de tal
constatación no puedo hablar con los expertos del tiempo en el ascensor. Tan
sólo cabe el celebrar, pero, ¿a quién le cuentas esto? ¿A quién le digo que el
Origen me ha enseñado la liberación de no estar? ¿Quién puede creerse que el
mayor arraigo se cimenta en el desarraigo?
Algo – ¿Alguien? - que no nació, inventó
la boca humana para poderse decir, poetizar. Alguien más allá de toda forma y
nombre, puso en nosotros aliento y voz para poder ser constatado y narrado…
Y le encontré en su vuelo,
y me encontró en su nada,
y me vi con sus ojos.
Cuando yo era nadie,
cuando era nada.
Cuando no era.
Elevarse al abismo, escudriñar dentro de
sí, para hallar el primer borrador, la fotocopia inicial del rostro propio
antes que el Big-Bang sucediera. Apostar por la Vida es resistirse a morir ciego.
Y ver cumplida la promesa: la más antigua fotocopia se hace tangible, se torna
cuerpo. Y portalón de salida a la otra parte.
No te mueras sin vivir ni vivas sin
morir.
Festeja tu reencuentro,
que hasta el mismo Dios lo celebra,
haciéndose Él desierto
Se trata de notar, sentir, vivir y
avivar aquello que en tu pecho se instaló e incesantemente late. Y en cada
instante cobra forma. Y crece. Deja este texto, y lee por dentro, léete; eso,
léete. Y regala lo que has visto, no lo olvides.”
Partamos
nosotros, así pues, de algo aparentemente muy simple, y recordemos,
parafraseando a Javier Arenas, que a veces aparentemente, es aparente- m(i)ente. Partamos de la
respiración, o, mejor dicho, de la Atención a la respiración.
Recordaré
aquí, brevísimamente, que llamo Atención, inspirándome en Gurdjieff, a una
especie de Estado de Conciencia Acrecentada que consistiría (el condicional
tiene que ver con la idealidad del
estado, con su dificultad) en poder estar, en la misma unidad de tiempo y espacio,
en un Aquí y Ahora concreto, en un instante y en un sitio:
-
En su nivel más
simple (en Primaria, me gusta
llamarlo) en contacto con un@ mism@ (también en contacto con un@ misma… cuando
hay tormenta, en contacto con el Otro[9],
en movimiento, en la vida cotidiana, en situación de estrés… y no sólo cuando
el lago está calmado, en quietud, en silencio, en soledad…);
-
En un nivel un
poco más difícil y complejo – en Secundaria
– en contacto con los Tres que somos cada cual: Yo Cuerpo (Centro
Instintivo-Motor); Yo Corazón (Centro Emocional), y Yo Cognición (Centro
Mental);
-
Y en su nivel más
complejo (o casi, hay más…) en la
Universidad, en seis Yoes a la vez: 1.- Yo
cuerpo; 2.- Yo corazón; 3.- Yo cabeza; 4.- Yo contacto; 5.- Yo awareness, y 6.- Yo Testigo.[10]
Testigo
que no solo encontramos en esta línea Tradicional del llamado Cuarto Camino,
sino también en el propio Nietzsche, por ejemplo, el cual, como ya apuntaba en
otro lugar[11],
deberíamos considerarlo, creo, como uno de los precursores de lo gestáltico:
“Semejante acto no puede ser el de la
conciencia vigil – pues el artista está sumido en un excitante olvido de sí –
pero tampoco el de una inconciencia pura – porque entonces el artista no sabría
que está actuando: “es algo similar – dice Nietzsche – a lo que ocurre cuando
se sueña y a la vez se barrunta que el sueño es sueño. De igual modo el servidor de Dionisos tiene que estar embriagado
(Rausch) y, a la vez, estar al acecho detrás de sí mismo como observador
(Beobachter)”[12]
Así
que, ese estado, esa Actitud, es un embriagado
(de Vida), que está, a la vez, al
acecho detrás de sí mismo como observador. Bueno, eso es la Atención en una
de sus máximas expresiones: Dionisos y Apolo… juntos… en tormenta, en esa embriaguez de la que hablan los sufíes, cuando
el vino es el Amor, y la embriaguez el Enamoramiento…
“Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la
sinseñal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco
al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que
los dos mundos son uno;
Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno
llamo.
Estoy embriagado con la copa del Amor,
los dos mundos han desaparecido de mi vida;
no tengo otra cosa que hacer más que el
jolgorio y la jarana.”[13]
…
o lo que describe el actor y monje zen, Peter Coyote, tras un retiro de
meditación:
“No puedo describir lo que sucedió
después porque en ese instante el lenguaje y el pensamiento se disolvieron
enteramente. Las fronteras entre "aquí adentro" y "allá
afuera" desaparecieron. El mundo se mantuvo reconocible, como siempre había
sido, pero completamente desnudo de lenguaje discursivo y conceptos. Todo
parecía ser un fantasma de sí mismo, luminoso pero sin peso ni sustancia.
"Yo" había sido reemplazado. Lo más cercano que puedo llegar a
describir lo que sentí es una conciencia sin locación física, inseparable de la
totalidad del universo. Todo era precisamente como había llegado a ser. El
mundo era perfecto, sin tiempo, eterno, yendo y viniendo, como siempre había
sido. Cada duda que había albergado alguna vez sobre la práctica del zen se
deshizo. El tímido y temeroso yo que había defendido, agrandado, confortado y
tratado de mejorar toda mi vida fue descargado de sus labores y todo estaba
bien sin él. No había nada que "hacer". Supe irrefutablemente que
esto era exactamente lo que había buscado desde la primera vez que leí un libro
sobre el zen cuando tenía 16 años”[14].
También
habría que decir, continuando, que el calificativo “aparentemente muy simple”,
aplicado a la respiración y a la Atención a ella, es un tanto paradójico. Pues,
repetiré una vez más, la Atención a la respiración es el instrumento
psicológico más poderoso que yo he conocido nunca. Más poderoso en el sentido
de que es capaz de sostener y atravesar cualquier Estado de Conciencia de los
que he sabido (en el sentido sufí, de
nuevo, de la expresión, saber=sabor) en esta ya cuarentena de años de Buscador
que lleva uno en la mochila. La Atención a la respiración es capaz de ser el
Gran Vehículo tanto en estados de conciencia supuestamente ordinarios (como entrar
en un bar a tomar café... la experiencia es otra completamente distinta, no
tiene nada que ver, si lo hacemos con Atención a la respiración, o sin esa
Atención) como extra-ordinarios, los llamados Estados Alterados, alterados natural…
(repetición, lentificación extrema, soledad, ayuno, etc…) o artificialmente
(enteógenos: peyote, ayahuasca, LSD…)
Es
más, en mi encuadre de primera sesión yo suelo destacar al paciente, y le
propongo, además de (1) la lentitud en el discurso (mejor ir en segunda que en cuarta o quinta marcha del coche, en general), (2) el
aprendizaje de la auto- escucha - que suelo explicar citando aquellos
maravillosos y tan elocuentes versos de Antonio Machado, («Converso con el
hombre que siempre va conmigo…»), entendiendo aquí que tanto el «buen amigo»
como ese «Dios» (la parte interior más sabia) son un@ mism@; y (3) el ir
desarrollando el tri-uno (cabeza, corazón, cuerpo, siempre presentes en todo
momento; aprender a ser tres a la vez)… que (4) el asunto principal en el
proceso terapéutico es la respiración, es decir, la conciencia y el aprendizaje
del manejo de la respiración como vehículo para ser esencialmente, digamos. Algo así como, y les suelo decir: «Cuando no sepas (… quién eres ahora, dónde
estás, qué hacer, qué decir, qué estas sintiendo, qué opción tomar) respira, de
momento, y sé ése-ésa-eso que respira (o es respirad@) y observa, y aprende. Y luego
continúa».
Y
por último ahora, antes de proponerte, si quieres, una pequeña experiencia para
mostrar eso de los Movimientos Interiores en Quietud, añadiré que creo que,
simplificando mucho muchísimo, existen dos tipos básicos de respiración:
1.-
La respiración nasal, o “masculina”[15],
vertical, en cuya inspiración (sobre todo) encontramos algo que aglutina, que
concentra, algo centrípeto, que reúne. Es como clavar una estaca en el suelo
(de ahí lo de masculina). Sirve esencialmente para encontrar un centro cuando estoy muy dispers@ o desparramad@.
También para calmar cuando me encuentro muy agitad@;
Y
2.- La respiración bucal, o “femenina”, horizontal, en cuya espiración (sobre
todo) encontramos algo que suele des-aglutinar, soltar, expandir, aflojar,
deshinchar, des-contraer, disolver, “su-spirar”… Sirve esencialmente para licuar o derretir lo que está demasiado
duro. Funciona mejor cuando se sueltan las mandíbulas y la lengua, y cuando acompañamos
el movimiento espirativo de un aflojar las articulaciones óseas (digamos…) y los
músculos.
2.- Una pequeña experiencia
Vayamos
ahora a una experiencia actual, si quieres seguirme. Busca una posición cómoda
tendid@ en el suelo (mejor sobre una colchoneta, manta o colchón, algo blando) con
la cara hacia arriba (tendid@ supino). Pon tu mano derecha en el pecho y la
izquierda en el vientre, ésta a la altura del ombligo, o mejor cuatro dedos por
debajo (hara).
Observamos
en primer lugar durante unos 10 minutos simplemente cómo se hinchan y se
deshinchan, pecho y vientre, y esa observación (larga, lenta; muuuuyyyy
laaaaargaaaaa… muuuuuuuyyyyyy leeeeennnnnttttaaaaa…) nos permite ir calmando y
acompasando/alargando la respiración.
Caigamos
en la cuenta de que estamos con la mano derecha en el Centro Medio o Emocional
(vinculado al cerebro límbico), y la izquierda en el centro Bajo o
Instintivo/Motor (vinculado al cerebro reptiliano) según la Tradición del
Cuarto Camino, entre otras.
(Un
pequeño inciso antes de seguir, a propósito de ese “entre otras”. En realidad,
Gurdjieff copió eso de los Tres Centros de algo mucho más antiguo. En este
caso, parece que la primera referencia escrita son los Upanishad(s), unos 1000
años antes de Cristo. Ahí se habla de esa famosa imagen del carro, en donde el
propio carro es el cuerpo (Centro Instintivo/Motor), los caballos son lo
emocional (Centro Medio) y el cochero es el intelecto (Centro Alto o Mental).
El pasajero es el alma, el espíritu, la Esencia, el atman:
“Las enseñanzas de Yama también incluyen
notablemente la Ratha Kalpana (parábola del carro, Versos 1.3.3-4), no distinto
a (y apenas contemporáneo de) la encontrada en Parménides o la de la obra Fedro
de Platón. La parábola de Yama consiste en las siguientes ecuaciones: atman, el
"Yo" es el pasajero del carro; el cuerpo es el carro en sí; la
conciencia (buddhi) es el conductor del carro; la mente (manas) es las riendas;
los cinco sentidos (indriya) son los caballos del carro; y los objetos
percibidos por los sentidos son el camino del carro”[16])
Aclarado
lo cual, sigamos con nuestra experiencia. Teníamos la mano derecha en el pecho
y la izquierda en el vientre. Déjate apreciar los mini movimientos que puede
suscitar cada una de esas manos con la respiración hinchándose y
deshinchándose. Lentamente, muy lentamente. (Más lentamente todavía…)
Arriba,
mano derecha, me dejo notar qué ocurre con mis pulmones, noto los bronquios, la
parte alta del diafragma; qué ocurre con mi corazón, con mi garganta, noto la
nuez, los músculos alrededor… Dejo que pueda aparecer algún sonido… Lo busco si
no aparece.
Dejo
que el cuerpo se ponga vibrante, vibración articulada a partir de ese sonido
quizás. Enfoco ahora el centro bajo, mano izquierda. Como un instrumento de
música, un violonchelo, por ejemplo, que vibrara con los sonidos que salen de
la garganta, y los dejo que recorran todo el cuerpo. Lento, muy
lentooooooooooo…
Escucho
mi propio temblor, mi propio estremecimiento, mi propia palpitación, mi propio
silencio. Los dejo resonar. Acompaño esa palpitación con la respiración, ¡Ahhhhhhhh…¡.
Modulo el volumen, el timbre, el tono. Dejo que la garganta sienta cada uno de
los fonemas de cado una de los sonidos. Dejo resonar el cráneo por dentro.
Observo qué ocurre. Lento, muy lentoooooooo….
“En una onda de audio, desmenuzada al
detalle, se encuentran todos los matices de una voz real: temblor, entonación,
silencios irregulares, ruidos de respiración, etc. Son puntos en una línea,
16.000 puntos en un segundo de voz”[17]
Me
dejó hacer en mi expresión sonora personal, así pues, al menos unas cuantas decenas
de esos 16.000 puntos.
Dejo
que el pecho sea como una caja de piano. Ancho, con su multiplicidad de notas y
escalas. Respiro. Que el vientre sea como un tambor. Los sonidos que salen de
mi garganta los llevo arriba si son agudos, al Centro Alto; medios al corazón,
al centro emocional o medio, al pecho; graves, abajo, al Centro Instintivo /
motor, al bajo vientre, al Hara, donde tengo la mano izquierda. Noto ahí la
micro-vibración y la dejo bajar hasta la cadera, y hasta el perineo (primer
chacra, Mulhadara, entre genitales y
ano). Observo que ocurre ahí. Pruebo a imaginar que ahí hubiera una especie de
runrún, y veo cómo es en mi caso, si lo puedo notar. Lento, muuuuyyyy
leeeennnnttooooooo…
“Pero la lentitud con la que los
ancianos nos vemos obligados (…) no tiene por qué ser mala. En este lugar donde
el ritmo de mi paso de anciano se acopla a todo cuanto me rodea, me doy cuenta
de que normalmente me resisto a andar sin prisas, a moverme despacio. De nuevo
es por culpa de mi actitud de querer ser “eternamente joven”. Pero ahora veo
con claridad que la lentitud tiene grandes ventajas. Hasta es estético y todo,
la fluidez de los movimientos tiene una cualidad que recuerda las secuencias de
taichí, aunque sin la estricta disciplina de este ejercicio. A veces, al
levantarme parsimoniosamente de la silla, primero comprobando mi equilibrio,
después poniéndome en pie y dirigiéndome con paso calmo a la ventana, me siento
como si estuviera ejecutando el baile elegante y natural de un anciano. El
impulso se acopla al movimiento”. [18]
Atiendo
también, al mismo tiempo – insisto, esa es una de las claves, al mismo tiempo,
«en la misma unidad de tiempo y espacio»– al Centro Medio. Corazón, Anahata, cuarto chacra. Es la música del
decir. Como si cantara en lugar de solo sonar los sonidos de mi garganta,
entono, le doy el timbre y el ritmo. (Lo intento, claro). Le doy melodía, como
un bolero, como un tango, como heavy metal, como una balada, como una bulería,
como un chotis, depende.
Mientras
tanto y, en lo posible, sin que eso interrumpa ese Viaje, intento ampliar lo sensado (cuerpo) a lo sentido (emoción,
sentimientos, estados de ánimo), a lo pensado (pensamiento), y a lo imaginado (intuición),
por seguir la nomenclatura jungiana para el Gran Cuaternario Humano. Me dejo
venir emociones, pensamientos, imágenes, músicas, colores, escenas, recuerdos,
flashes… y les doy, como siempre en Gestalt, su tiempo y su espacio.
Si
el lector me ha seguido hasta aquí, y ha llevado a cabo esta micro experiencia:
¿no es, vertiginoso o, como mínimo, vivaz, vivo, lo que puede llegar a ocurrir
en la aparente quietud?
El
tronco del árbol no se mueve… aparentemente. Pero en determinados estados de
conciencia – por ejemplo, meditación profunda, conciencia exacerbada, Atención
Plena… – se puede apreciar su movimiento interior, el correr de la savia, la
vibración que emite. No sé si el lector tendrá la experiencia de abrazarse a un
árbol estando “así”. Si la tiene, sobran las palabras. Si no, también sobran,
mejor experimentarlo, en un momento de apertura, claro, si no es pura madera
“muerta”. Experimentarlo las veces suficientes como para poder percibir alguna
cosa. Quizás “la vertiginosa velocidad de la quietud” del árbol… y la propia,
si un@ sabe hacerlo.
3.- La incubación pitagórica
En
la antigua Grecia, Parménides y Pitágoras practicaron y enseñaron lo que
podríamos llamar la inmovilidad
iniciática (en cuevas incubatorias, o plutonium[19]):
el iniciad@ descendía acompañado del sacerdote, y la persona “se quedaba dormida y soñaba, o bien entraba
en un estado que, según las descripciones, no era ni sueño ni vigilia, hasta
que terminaba por tener una visión”[20]
“Lo importante era no hacer nada.
El momento culminante se producía cuando el enfermo no se debatía ni hacía
ningún esfuerzo, sólo tenía que rendirse a su condición. Se acostaba como si estuviera muerto: guardaba sin comer ni moverse,
algunas veces durante varios días seguidos. Y se aguardaba a que la curación
llegara de otro lugar, de otro nivel de conciencia y existencia (…) Las
semejanzas entre estar acostado para la incubación y aproximarse al estado de
la muerte estaban muy claras para los griegos. Eran evidentes en la quietud
semejante a la muerte, en el modo en que los lugares de incubación se
consideraban puntos de entrada al inframundo. (…) El éxtasis de Apolo era
distinto del éxtasis de Dionisos. No
tenía nada de desenfrenado o inquieto. Era intensamente privado, personal. Y
tenía lugar en una inmovilidad tal que podía no advertirse o podía tomarse por
otra cosa. Pero en esa quietud total
existía una libertad total a otro nivel”[21]
La
palabra griega que significa quietud es hêsychia,
“que implicaba automáticamente
silencio”[22].
Pero
la hêsychia (o hésychia) es también lo que buscaban los primeros Padres de la Desierto
que se retiraron al Gran Yermo en el S.IV de nuestra Era, cuando el emperador
Constantino declaro la cristiana como religión oficial del imperio.
[Cuando el emperador romano Constantino dictamina
que el cristianismo es la religión oficial del Imperio romano en el 313 d. C.,
hay varia gente noble –en el mejor sentido de la palabra, es decir, el no
aristocrático, sino ético del término– que dice que nanay, que por ahí no van
los tiros. Que ese no era el mensaje original de un tal Jesús. Surgirán
entonces prácticas ascéticas, cenobíticas, monásticas, de silencio interior, y
diversos personajes eminentes (patriarcas, santos hombres, anacoretas…) se
retirarán al desierto (Egipto, Siria, Palestina…) y a las cuevas buscando (a
Dios y a sí mismos en) su propio interior. Se los llamó los «padres del
desierto», y buscaban: «lo que en griego se ha llamado hésykia, es decir, una
“paz interior” para posibilitar la re-unión o “unión mística” con Dios».][23]
Así
es que reencontramos ochocientos años después (s.IV a.C versus s.IV.d.C) ese
binomio inmovilidad (de una cierta manera, claro), y encuentro o búsqueda de lo
divino. Aquellos que nos van a aportar lo que hoy llamamos Eneagrama (junto con
las aportaciones de los sufíes unos siglos después, y las legendarias de los
babilonios nunca del todo verificadas) practican el retiro/ inmovilidad/
encuentro… (inicial) con El Diablo, que suele ser, como insisten las Tradiciones,
lo primero que uno encuentra en la búsqueda del Dios Interno. De ahí saldrá el
concepto y la clasificación de pecados capitales, o sea, de las principales
maneras de caer en el tropiezo,
significado latino, o de no acertar en el
blanco (por tener la mente nublada), significado griego de pecado.
4.- El Bolero de Ravel, y una segunda
experiencia
Un
buen ejemplo de esa “vertiginosa velocidad de la quietud”, y una segunda
experiencia que propongo al lector/a, es una manera particular de escuchar el
archiconocido Bolero de Ravel. En su día, hace ya unos cuantos añitos (¡ay,
juventud!) fue realmente impactante para quien escribe, cuando la aprendí, como
tantas otras cosas, de Claudio Naranjo.
A.- Preliminares
El
Bolero de Ravel diría uno que está compuesto para ser bailado. Y es verdad. Maurice
Ravel lo compone para Ida Rubinstein, una famosa bailarina y empresaria rusa, y
también para su compañía en 1928[24],
“El Bolero es un “movimiento orquestal
inspirado en una danza española, (que) se caracteriza por un ritmo y un tempo
invariables, con una melodía obsesiva —un ostinato— en do mayor, repetida una y
otra vez sin ninguna modificación salvo los efectos orquestales, en un
crescendo que, in extremis, se acaba con una modulación a mi mayor y una coda
estruendosa”[25].
Decía el propio Ravel:”Es una danza en un movimiento muy moderado y
constantemente uniforme, tanto por la melodía como por la armonía y el ritmo,
este último marcado sin cesar por el tambor. El único elemento de diversidad es
aportado por el crescendo orquestal”[26]
Esa
melodía que se repite una y otra vez durante 15 minutos aproximadamente (depende
de versiones) evoca la repetición como elemento natural alterador de la
conciencia. Si nos fijamos, la repetición está presente en la mayaría de las
grandes Tradiciones de Sabiduría (letanía en el catolicismo, oración continua
del corazón en el cristianismo ortodoxo, postraciones en el islam, mantrams en
el budismo, cantos mántricos en el hinduismo, movimientos repetitivos de la
cabeza frente el Muro de las Lamentaciones o Hakótel Hama'araví en el
judaísmo…)
Hay
un principio neurofisiológico para ello. El sistema reticular actúa como
secretari@ del córtex, el cual regula estado
de alerta, la lógica y el razonamiento crítico. Cuando se produce un estímulo repetitivo, es
como si el sistema reticular le dijera a la corteza: “¡Descansa, jef@!. Ya me
ocupo yo”. Y ahí cambiados el estado de conciencia de Ondas Beta o de vigilia,
por un estado Alfa (meditación/relajación), Delta (sueño) o Theta (estados
alterados de conciencia y emergencia del Inconsciente individual y/o colectivo)
Así
que la propia estructura del Bolero nos ayuda, si nos dejamos y sabemos cómo, a
“colocarnos” (en ambos sentidos de la palabra) en otro lugar, en otro estado,
en otro mundo…
B.- Pautas de escucha
La
idea es que el Bolero me baile, en
vez de bailarlo yo. Como si un@ se tomara una sustancia enteógena o una
medicina, y la dejara hacer por dentro, con ciertas pautas, eso sí:
1.-
Imagina una serpiente en tu perineo, que se va desplegando, desplegando, haciendo
movimientos circulares en espiral hacia arriba cada vez más amplios,
coincidiendo con el crescendo de volumen y la incorporación de cada vez más
instrumentos en la orquesta. Imagínalo como un sensual movimiento/despertar
kundalínico… sin moverte tú. O apenas, solo micro-movimientos, o mejor nada,
pero bland@, poros@, sin rigidez…
2.-
Lleva la percusión del tambor/caja al Centro Bajo (pelvis, Ritmo); la melodía
al Centro Medio (corazón, Melodía) y el bajo (binario, o ternario de bolero) al
centro Alto (cabeza, Armonía). Prueba a escucharlos dentro de ti, primero por
separado, y luego juntos, a la vez, y déjate que estalle el festival dentro de ti, sosteniéndolo con la respiración, sin
contracturarte, sin encogerte, como una buena amante que se deja penetrar y se
suma al festín… abriéndose por dentro…. ondulante…
Ambos
elementos combinados evocan o pueden llegar a suscitar un estado particular,
como veremos en un momento a través de un ejemplo real. Hay el movimiento lento
y sinuoso, cada vez más amplio, de la “serpiente” en espiral, que podríamos
decir que evoca Lo Vertical en sentido ascendente; y Lo Horizontal en esa
ampliación progresiva de superficie. Y hay el triple movimiento de percusión,
melodía y bajo sonando a la vez.
Es
como un castillo de fuegos artificiales, como una mascletá de mi tierra valenciana… moviéndonos por dentro, sonando
por dentro, si nos dejamos…
Ambos,
Lo Vertical y Lo Horizontal evocan la “cruz”:
“… (…) uno de los símbolos que se registra
desde la más alta antigüedad: en Egipto, en China, en Cnosos de Creta, donde se
ha encontrado una cruz de mármol que data del siglo XV a.C. La cruz es el
tercero de los cuatro símbolos fundamentales con el centro, el círculo, (y) el cuadrado.
Establece una relación entre los otros tres: por la intersección de sus dos
rectas que coincide con el centro abre éste al exterior; se inscribe en el
círculo y lo divide en cuatro segmentos; engendra el cuadrado y el triángulo,
cuando sus extremidades se enlazan con cuatro rectas. La simbólica más compleja
deriva de estas simples observaciones: ellas han dado nacimiento al lenguaje
más rico y más universal.” [27]
C.- Un testimonio
Quiero terminar, tal como
anunciaba, con un testimonio de la última vez que he propuesto este Trabajo
sobre el Bolero que acabo de comentar. El marco es el Curso de Especialización
sobre Abordaje Terapéutico de la Sexualidad que, por primera vez, tras más de
treinta de Taller de Sexualidad, estoy realizando en 2016 en Barcelona, y Dm,
en 2017 también en Madrid, además de en la ciudad condal.
Cedo las últimas palabras
de este artículo a la protagonista:
“En un principio tomé un tiempo para
identificar los tres movimientos por separado. Este ejercicio de clasificación
me resultó fácil y también el enlazarlos al centro correspondiente uno a uno,
es decir, lo que yo comprendí como “escucharlos” desde esas distintas partes.
La cosa se complicó cuando comencé a
querer hacerlo simultáneamente. Era relativamente “sencillo” ubicar dos, pero
el tercero era imposible, se escapaba. Trataba de colocar el de la cabeza
cuando ya tenía los otros dos “funcionando” pero no era posible. Y cuando
conseguía colocar el centro alto, perdía el centro bajo. Lo que sí iba
percibiendo es que a medida que avanzaba en la práctica iba apareciendo un
espacio mayor, como una conciencia más amplia, sobre todo a partir de utilizar
dos centros a la vez. También me percaté de que el que menos me costaba
mantener era el centro medio, el del corazón. Me parece lógico siendo el mío un
carácter emocional desde la perspectiva del eneagrama. Esa dificultad de
mantener unidos el centro bajo y el alto, el instinto y lo mental tiene su
resonancia también en mi vida. Y cómo al unir instinto y corazón, no era
fácilmente accesible el mental.
Así estuve jugando con “encajar las
piezas del puzzle” buena parte de la obra. A veces, parecía que, por unos
instantes, las piezas querían entrar y alinearse; pero apenas eso era intuido,
era rozado, aparecía un sobresalto, un susto que impedía que la cosa se
completara. Dándome cuenta de ello, respiraba y volvía una vez tras otra a
procurar esa sincronización de a tres, sin mucho más éxito.
Pero de cara al final del Bolero, fue
ocurriendo el milagro… Empecé a sentir que cada cosa se colocaba en su lugar,
lo de arriba con lo de arriba, lo de abajo con lo de abajo y lo de en medio con
lo de en medio. Y digo “se colocaba”, porque no tuve la sensación de ser yo
quien lo hiciera, pareciera como si algo hubiera tomado el mando… De repente se
hizo más espacio y… ¡click! encajaron
todas las piezas…y entonces me convertí en el contenedor de la misma Vida!
¡¡¡Sentía como si Toda la vida estuviera dentro de mí!! Una dicha y una energía
inmensa me arrasó y todo se completó. Era tan indescriptible y absolutamente
intenso lo que acontecía que por instantes parecía que mi cuerpo no pudiera
sostenerlo. Y rebosé en lágrimas y en absoluta felicidad ante Aquello que me
sobrepasaba y que tenía aroma a Perfección y Divinidad. Y aún se tornó más
intenso en ese “in crescendo” que parecía llevarme hasta los límites de lo
humanamente sostenible hasta que la pieza tocó a su fin, en ese éxtasis final,
absolutamente catártico. Luego, aún muy conmovida por la experiencia respiré
gozosamente esa intensidad, acogiendo la deliciosa vibración que sucedía aún
dentro de mí, que se fue calmando, dando paso en un silencio profundo, íntimo,
preñado de deliciosa paz”.[28]
Si quieres hacer una experiencia más amplia al respecto, te propongo que mires la información que sigue aquí
[1] Celaya,
G.: “Cambio de velocidades" en
"Buenos días, buenas noches". Madrid. Ayuso. 1978 Gracias E., de
nuevo...
[2]
Traducción personal de “"La manera més salvatge/ selvàtica i salvadora/ de
moure el cos, la manera/ més subtil i muscular, / més a prop de la Matèria/
Feta Font Perquè Font És,/ el moviment del cos més/ insultant de tots i, sí,/
si vol, el més Amorós/ és la paraula i parlar."
[3] Gracias
de nuevo E., por descubrírmelo
[4] Gracias
V.M.D. en Face 03.03.18.
[5] Jiménez,
J.R.: La soledad sonora. Taurus. Barcelona
[6] Herrera,
M.A.: Juan Ramón Jiménez en la mar. Hinduismo y sufismo en la poesía de Juan
ramón Jiménez. Rauda ediciones. Malaga. 2016. Página 100
[8] Rafa
Redondo en Facebook
[9] En el
sentido no-lacaniano de la expresión, sino como L@s otr@s, en general
[10] Véase
para ampliar Rams, A.: “Gestalt y Atención: presencia y espiritualidad en la
experiencia terapéutica”. www.edicioneslallave.com.
Barcelona.2015. Páginas 51-58
[11]
http://www.plataformaeditorial.com/ficha/285/0/5157/ser-padre-hoy.html
[13] http://www.mevlana.ch/index.php/es/mevlana-celaleddin-rumi/poemas/341-poemas-de-amor-de-mevlana
[14] http://pijamasurf.com/2016/10/el_actor_peter_coyote_cuenta_el_momento_justo_en_que_entendio_de_que_se_trata_del_budismo_zen/#.WACv4qu8gbc.facebook
[15] Nada
que ver con el género, hombre o mujer, es algo que tod@s tenemos
[16] http://hermandadblanca.org/author/jorge-coordinador-ghb/
[18] Klein,
D.: Mis viajes con Epicuro. Urano. Barcelona. 2013. Páginas 52-53
[19] De
Plutón o Hades, porque se trataba de una muerte en vida, de un descenso al
inframundo.
[21] Kingsley,
P.: Ibid. Páginas 7, 98 y 106.
[22]
Kingsley, P: Ibid. Página 164
[25] Ibid,
Wikipedia/Bolero
[26] Ibid,
Wikipedia/Bolero
[27]
Chevalier, J & Gheerbrant, Ch: Diccionario de los símbolos. Herder.
Barcelona. 1999