Cómo escuchar el Bolero de Ravel
Una
experiencia: El Bolero de Ravel
Un buen ejemplo de lo que pretendo decir es una manera parti[1]cular
de escuchar el archiconocido Bolero de Ravel. En su día,
hace ya unos cuantos añitos (¡ay, juventud!), fue realmente
im[1]pactante
para quien escribe, cuando la aprendí, como tantas
otras cosas, de Claudio Naranjo.
Lo pongo en el apartado «oído», aunque si le podemos aña[1]dir
«tacto», en forma de poder recibir las vibraciones de unos
potentes (¡y buenos!) altavoces, la experiencia puede ser
más
completa. Más allá de las visualizaciones (vista, a ojos
cerrados)
que cada quien guste añadir. Y más allá, por supuesto, de
que la
música se recibe en realidad por todos los sentidos, y por
los
poros, y por la microvibración de órganos y huesos... O sea,
que
es, o puede ser, una experiencia global, multidimensional,
así
que multisensorial.
Preliminares.
El Bolero de Ravel diría uno que está compuesto para ser
baila[1]do.
Y es verdad. Parece ser que Maurice Ravel lo compone para
Ida Rubinstein, una famosa bailarina y empresaria rusa, y
tam[1]bién
para su compañía en 1928.107
El Bolero es un «movimiento orquestal inspirado en una danza
espa[1]ñola,
(que) se caracteriza por un ritmo y un tempo invariables, con
una melodía obsesiva —un ostinato— en do mayor, repetida una
y
otra vez sin ninguna modificación salvo los efectos
orquestales, en un
crescendo que, in extremis, se acaba con una modulación a mi
mayor
y una coda estruendosa».108
Decía el propio Ravel:
Es una danza en un movimiento muy moderado y constantemente
uniforme, tanto por la melodía como por la armonía y el
ritmo, este
último marcado sin cesar por el tambor. El único elemento de
diver[1]sidad
es aportado por el crescendo orquestal.109
Esa melodía que se repite una y otra vez durante 15 minutos
aproximadamente (depende de las versiones), evoca la
repetición
como elemento natural alterador de la consciencia. Si nos
fija[1]mos,
la repetición está presente en la mayoría de las grandes Tra[1]diciones
de Sabiduría (letanía en el catolicismo, oración continua
del corazón en el cristianismo ortodoxo, postraciones en el
islam,
mantras en el budismo, cantos mántricos en el hinduismo, mo[1]vimientos
repetitivos de la cabeza frente el Muro de las Lamen[1]taciones, o Hakótel
Hama’araví, en el judaísmo…).
Hay un principio neurofisiológico para ello. El sistema reti[1]cular
actúa como secretarix del córtex, el cual regula estado de
alerta, la lógica y el razonamiento crítico. Cuando se
produce
un estímulo repetitivo, es como si el sistema reticular le
dijera a
la corteza: «¡Descansa, jefx! Ya me ocupo yo. No hay nada
nuevo. Todo sigue igual (es repetitivo)». Y ahí cambiamos el
estado de consciencia de Ondas Beta o de vigilia, por un
estado
Alfa (meditación/relajación), Delta (sueño) o Theta (estados
al[1]terados
de consciencia y emergencia del inconsciente individual
y/o colectivo).
Así que la propia estructura del Bolero nos ayuda, si nos de[1]jamos
y sabemos cómo, a «colocarnos» (en ambos sentidos de la
palabra) en otro lugar, en otro estado, en otro mundo…
Pautas de
escucha.
La idea central es que el Bolero me baile, en vez de
bailarlo yo.
Como si unx se tomara una sustancia enteógena o una
medicina,
o un jarabe, y la dejara hacer por dentro, con ciertas
pautas, eso sí:
1. Imagina una serpiente en tu perineo, que se fuera desple[1]gando,
desplegando, desplegando, haciendo movimientos
circulares en espiral hacia arriba cada vez más amplios,
coincidiendo con el crescendo de volumen y la incorpora[1]ción
de cada vez más instrumentos en la orquesta. Imagína[1]lo como un sensual
movimiento/despertar… sin moverte
tú. O apenas, solo micromovimientos, o mejor nada, pero
blandx, porosx, sin rigidez… Como inspiración, quizás nos
sea útil, evocar aquí de nuevo, si nos sirve, a esa
Serpiente
Ananda, la cual flota sobre el Océano de Leche cósmico...
2. Lleva la percusión del tambor/caja al Centro Bajo
(pelvis,
Ritmo); la melodía al Centro Medio (corazón, Melodía) y el
bajo (binario, o ternario de bolero) al Centro Alto (cabeza,
Armonía). Prueba a escucharlos dentro de ti, primero por
separado, y luego juntos, a la vez, y déjate —si puedes y sa[1]bes—
que estalle el festival en tu interior, sosteniéndolo con
la respiración, sin contracturarte, sin encogerte, como unx
buenx amante que se deja penetrar y se suma al festín…
abriéndose por dentro, ondulante, gozosx…
Ambos elementos combinados evocan o pueden llegar a sus[1]citar
un estado particular, como veremos en un momento a tra[1]vés de un ejemplo
real. Hay el movimiento lento y sinuoso, cada
vez más amplio, de la serpiente en espiral, que podríamos
decir
que evoca Lo Vertical en sentido ascendente; y hay Lo
Horizon[1]tal
en esa ampliación progresiva de superficie de escucha, en
ondas cada vez más grandes. Y hay el triple movimiento de
per[1]cusión,
melodía y bajo sonando a la vez.
Es como un castillo de fuegos artificiales, como una mascle[1]tá
de mi tierra valenciana, moviéndonos por dentro, sonando
por dentro, si nos dejamos… y sabemos, o nos toca la Gracia.
Ambos, Lo Vertical y Lo Horizontal evocan la «cruz». Ayu[1]dará
situarla en el centro de nuestro pecho (Anahata, Cuarto
Chakra, Centro Medio o Cardiaco):
(…) uno de los símbolos que se registra desde la más alta
antigüedad.
(…) el tercero de los cuatro símbolos fundamentales con el
centro, el
círculo, (y) el cuadrado.110
El testimonio de una mujer.
Quiero terminar el relato de esta experiencia con el Bolero,
con
un testimonio de una de las últimas veces que he propuesto
este Trabajo que acabo de comentar. El marco es un Curso de
Especialización sobre Abordaje Terapéutico de la Sexualidad
(CEATS), del que ya he hablado.
Cedo las últimas palabras de este capítulo a la protagonista
(una mujer, tal como he dicho):
En un principio tomé un tiempo para identificar los tres
movimien[1]tos
por separado. Este ejercicio de clasificación me resultó fácil, y
también el enlazarlos al centro correspondiente uno a uno,
es decir,
lo que yo comprendí como «escucharlos» desde esas distintas
partes.
La cosa se complicó cuando comencé a querer hacerlo simultá[1]neamente.
Era relativamente «sencillo» ubicar dos, pero el tercero era
imposible, se escapaba. Trataba de colocar el de la cabeza
cuando ya
tenía los otros dos «funcionando» pero no era posible. Y
cuando con[1]seguía
colocar el centro alto, perdía el centro bajo. Lo que sí iba per[1]cibiendo
es que a medida que avanzaba en la práctica iba apareciendo
un espacio mayor, como una consciencia más amplia, sobre
todo a
partir de utilizar dos centros a la vez. También me percaté
de que el
que menos me costaba mantener era el centro medio, el del
corazón.
Me parece lógico siendo el mío un carácter emocional desde
la
perspectiva del eneagrama. Esa dificultad de mantener unidos
el
centro bajo y el alto, el instinto y lo mental tiene su
resonancia
también en mi vida. Y cómo al unir instinto y corazón, no
era
fácilmente accesible el mental.
Así estuve jugando con «encajar las piezas del puzle» buena
parte
de la obra. A veces, parecía que, por unos instantes, las
piezas querían
entrar y alinearse; pero apenas eso era intuido, era rozado,
aparecía
un sobresalto, un susto que impedía que la cosa se
completara. Dán[1]dome
cuenta de ello, respiraba y volvía una vez tras otra a procurar
esa sincronización de a tres, sin mucho más éxito.
Pero de cara al final del Bolero, fue ocurriendo el milagro…
Empecé a sentir que cada cosa se colocaba en su lugar, lo de
arriba
con lo de arriba, lo de abajo con lo de abajo y lo de en
medio con lo
de en medio. Y digo «se colocaba», porque no tuve la
sensación de ser
yo quien lo hiciera, pareciera como si algo hubiera tomado
el man[1]do…
De repente se hizo más espacio y… ¡clic!, encajaron todas las
piezas… ¡y entonces me convertí en el contenedor de la misma
Vida!
¡¡Sentía como si Toda la vida estuviera dentro de mí!! Una
dicha y
La sexualidad no es solo coitalidad. Teoría del Embudo
una energía inmensa me arrasó y todo se completó. Era tan
indes[1]criptible
y absolutamente intenso lo que acontecía que por instantes
parecía que mi cuerpo no pudiera sostenerlo. Y rebosé en
lágrimas y
en absoluta felicidad ante Aquello que me sobrepasaba y que
tenía
aroma a Perfección y Divinidad. Y aún se tornó más intenso
en ese in
crescendo que parecía llevarme hasta los límites de lo
humanamente
sostenible hasta que la pieza tocó a su fin, en ese éxtasis
final, absolu[1]tamente
catártico. Luego, aún muy conmovida por la experiencia res[1]piré
gozosamente esa intensidad, acogiendo la deliciosa vibración que
sucedía aún dentro de mí, que se fue calmando, dando paso en
un
silencio profundo, íntimo, preñado de deliciosa paz.111
107.
es.wikipedia.org/wiki/Bolero_(Ravel)
108. Ibíd.
109. Ibíd.
110. Chevalier, J; Gheerbrant, Ch., Diccionario de los
símbolos, Ibíd.
111. Gracias, S