CANCIONES EN SESIONES INDIVIDUALES
CANCIONES EN SESIONES INDIVIDUALES
Desde hace años (*) vengo utilizando la música, y las
canciones en particular, en el marco de la sesión terapéutica, tanto en grupo
como individualmente o en pareja. Lo que presento a continuación quiere ser un
resumen de mi experiencia de integración entre terapia gestalt y canciones como
instrumento terapéutico, en el marco específico de la sesión individual.
Musicoterapia y canción.
Partamos pues de la base de que la canción sea algo
que podamos situar entre la música y la poesía, que fuera como un puente entre
ambas que las comunicara. Los versos de la canción, el tono en el que están
dichos, sus silencios y sus modulaciones; su métrica interpretativa de las
pautas que evocan los compases musicales... crean algo que no es ni sólo poesía,
ni sólo música. La poesía corta el espacio y el tiempo con sus fonemas
silábicos y con sus dicciones; la música replica o anima a la letra, la
sustenta y la convierte en otra. Entre ambas la canción como hija de ambas,
heredera de un ambas-cosas-a-la-vez que parece posible a través de ella.
La poesía
puede ser entendida como: “ El
arte de encantar versificando... Cualquier composición hecha en verso,
principalmente aquellas donde el númen se revela a sí mismo,...”[1].
Y el hacedor de todo ello, el poeta, como “... el hombre de númen, de vena, de genio, que
versificando imita a la Naturaleza, con invención, sublimidad, magnificencia y
entusiasmo...”[2].
Dejarse encantar o encantarse es recuperar al niño
boquiabierto que puede viajar al país de los cuentos y de los sueños y, como el
héroe arquetípico del monomito de Campbell[3],
volver con el regalo del País de Nunca Jamás para vivir en el mundo cotidiano
de otra manera, con el olvidado recuerdo de Aquello.
Como la Wendy que aprende con Peter Pan
a hacerse mujer sin dejar de ser niña, y que transforma con ello a su propio
padre en el mismo sentido, recordándole el niño que el adulto se comió. A -
cordándonos ( es decir, volviendo a
pasar por el corazón) que sólo con la doble visión simultánea ( encantada / no -
encantada) percibimos verdaderamente la realidad real. Que renunciar a
cualquiera de ellas es andar cojo.
Wendy como Ulises, con su viaje
de ida ilíaco (a la guerra) y su odiséico retorno a casa (a la paz) Como el
Dante transformado por la amorosa compañía de Beatriz en su viaje a la parte
más infernal de sí mismo. Como el Gilgamesh que ha debido incorporar a su
enemigo Enkidur para ser realmente él mismo. Como la Bella, que sólo
enamorándose de su propia Bestia, deja de ser de cartón para convertirse en una
persona, recibiendo el regalo de la transformación de esa misma Bestia en
Príncipe; es más, en su Príncipe. Y como tantos otros en tantos lugares desde
el inicio de los tiempos, tal como nos ha venido contando con especial esmero y
esmero Claudio Naranjo, entre otros.
Por otra parte, el “conmover el alma”, que
es como definirá a la música ese mismo
contexto decimonónico[4], me
parece una muy buena metáfora para el sentido de lo terapéutico en gestalt.
Con-mover, mover-con, mover el alma en compañía, moverla de la quietud de su
silencio. Y, en ese sentido posibilitar su Palabra, en el sentido de
posibilitar su verbo (palabra, pero también acción), en cualquier caso una
identidad más ancha.
Si llegamos a conmover el alma, a despertarla,
estaremos facultando al paciente para contactar con su capacidad de ser, y
quizás sea ese despertar del alma el mejor antídoto para la enfermedad,
entendida ésta precisamente como la pérdida de esa capacidad de ser, como falta
de ser en palabras de Perls[5],
como deficiencia u “oscurecimiento óntico” en palabras de Naranjo[6], tal como veíamos en capítulos anteriores.
Por otra parte, “númen” es el nombre que daban los
antiguos a lo divino, o también al ser esencial. Así que el “ hombre de númen”,
o poeta, podría ser aquél que es capaz de formular lo esencial, lo plenamente
bello o plenamente no-bello; lo que queda cuando ya no queda nada, como tan
precisamente ha definido a su monstruo canino el escritor Michael Ende en su
“Historia Interminable”.
Así pues me parece que la música puede ser
terapéutica en la medida que permite contactar al individuo con su aspecto más
esencial, con su “ser sonido”. Un
ser-sonido que es al mismo tiempo un
ser-silencio. Parafraseando a mi paisano, el cantautor Raimon, en realidad
todos venimos “ de un silencio antiguo y muy largo...”. Creo, como veremos más
adelante, que la canción aporta su especificidad de puente al aportar a
ello una “palabra plena” como decía Lacan, un contenido preciso a una forma
subyacente que se está moviendo continuamente. El enfoque alternativo, sucesivo
o simultáneo de figuras que van tomando el primer plano, en un fondo o campo en
eterna vibración, también sonora, armonizándose / desarmonizándose.
Las
canciones en la sesión individual.
¿ Para qué puede servir pues el uso de canciones en
las sesiones individuales de terapia gestalt[7]?. Me
gustaría mostrar a continuación el punto en el que me encuentro en estos
momentos.
I.
Hoy por hoy el asunto fundamental o central me sigue
pareciendo que el uso de la canción permite hacer oir al paciente una hipótesis
estructuralmente muy particular de lo que podría estar diciendo su
inconsciente. Así, en la estructura diádica paciente - terapeuta instalamos un
tercero, una tercera instancia; un tercer, en este caso, personaje. Personaje
que habla, más precisamente que canta, y que establece una polaridad de
discursos, sea con el propio paciente a modo de réplica o doble voz, sea una
segunda voz del terapeuta frente al paciente.
En el primer caso nos encontramos con lo que
podríamos considerar como un duetto
entre dos polaridades o aspectos encontrados del cliente: uno que dice lo que
dice (el discurso verbal) y otro (el discurso canción, en este caso) que puede
llegar a decir lo que el primero no dice. Sea esto en cuanto a contenidos
enfrentados, paralelos o complementarios; sea en cuanto a formas musicales en
sí mismas.
Por ejemplo, un paciente que está disimulando los
aspectos más emocionales de su discurso o de sí
mismo en él, pretendiendo hacer parecer liviano lo que en realidad
siente como gravoso, que está en plan
vals... Entonces podemos poner un bolero o una ranchera desgarrada, como
una forma de enviarle un mensaje indirecto ( !o directísimo...! ) O alguien que
habla como si bailara un chotis o una sardana (ordenado, metódico, como si contara las palabras al
soltarlas...)... y le proponemos escuchar salsa o merengue, y transformar su
discurso a ese ritmo y en ese entorno. Es decir, volver a decir lo que estaba
diciendo pero a ritmo de salsa o de merengue. El efecto es impresionante, si
acertamos a acompañar adecuadamente la experiencia.
II.
También me parece que el uso de canciones puede ser
útil para tocar el corazón, para ir
a lo emocional cuando el paciente está muy en la razón. La canción, verso
sobre música, aporta un vehículo para el viaje de lo verbal a lo musical, de la
construcción lógica o analógica a la construcción ¿alógica?. Pone un fondo o
segundo plano en el que el significado del discurso va cambiando en relación al
propio fondo, lo cual facilita el rompimiento del esquema lineal de percepción
que tanto caracteriza y favorece lo neurótico. No es lo mismo decir “ Mi mamá
no me quiso” sobre el Adagietto de la Quinta Sinfonía de
Mahler, que sobre una percusión de Bakalao o Heavy Metal, que escuchando a
Manolo Escobar diciéndole a la chica que “no se ponga minifalda cuando
vaya a los toros... “.
También creo que aporta el viaje inverso: del cuerpo ( de lo pre - verbal o pre
- edípico ) ... a la emoción / palabra, yendo de la música o del silencio a la canción. Porque la
canción propone un Nombre o una formulación precisa para algo difícil de asir,
con lo que asienta, precisa o puede llegar a “abrir” el significado.
III.
El uso de canciones permite confrontar al paciente
con lo que no hay o no pone de sí mism@,
en este caso con aquello ocultado no tanto como contenido sino como continente,
a través de alguien ( el cantor) que lo puede llegar a decir muy bien dicho.
Ahí creo que aprovechamos lo sensibles que somos
todos a la belleza, y el impacto abridor que tiene la obra maestra o la
obra muy bien hecha: la posibilidad de acceder a lo esencial por la redondez y
lo armónico de lo maestro. Incluso en los casos de mayor deterioro personal,
con ciertas salvedades y límites, existe en todos los seres - y no sólo humanos
- una sensibilidad innata hacia lo “muy bueno”, sea producto, idea, forma u
otra cosa. Si quien lo presenta en el marco de la relación terapéutica es
un-corazón-limpio-en-ese-momento, incluso en los casos más dificultosos hay una
reacción hacia eso numénico, óntico o esencial. Basta recordar que un@ fue,
simplemente fue, “antes de” - o junto con, o además de... - ser algo o alguien. Y precisamente eso es
unas de las pocas cosas que puede llegar a ser incluso más fácil cuando
lamentablemente un@ no fue ( es decir no desarrolló un ego o identidad
neurótica, como en el caso de la psicosis); o cuando un@ no lo estructuró
demasiado, como en el caso de los llamados pacientes caracteriales en la
psicoterapia dinámica.
IV.
El utilizar la canción como palabra aporta una
devolución terapéutica cantada, a través de quien canta. O sea, que presenta la
posibilidad de tocar a la vez los tres centros mediante el ritmo, conectado
como decía Guillermo Borja[8] con
el centro instintivo - motor; la melodía, relacionada con el corazón o centro
emocional); y la armonía, que
ilumina el centro mental:
“ ... Yo creo
que el ser humano no es horizontal, sino vertical, de ahí nace la geometría de la espontaneidad. El
diván está muy bien, pero no todo en la vida es horizontal, ni vertical. Son
todas las posturas las que hace un ser humano. Yo estoy convencido de que cada
emoción tiene un sonido, un ritmo, una melodía y una armonía específica. Lo que
se busca es empatizar con la emoción o con lo que representa esa emoción. Lo
que uno hace es cambiar de ritmo, cambiar de melodía, porque para sintonizar se
requiere presencia, actitud. Sintonizar es estar con otro, pero obvio, desde mi
empatía...”[9].
Si utilizamos pues una canción como devolución, y
acertamos a hacerlo cuando el paciente está especialmente sensible, suele haber
un impacto a la vez corporal, emocional y mental. Recuerdo en este sentido el
caso de alguien, dolorosamente tocado por el abandono de su mujer, pero
bloqueado en la expresión, que al escuchar el “Angie” de los Rollings
Stones se levantó y se puso a bailar, a gritar y, finalmente, a llorar
desconsoladamente. Encontró en la resonancia de la canción la fuerza que no
encontraba en sí mismo, una parte
probablemente olvidada en el tiempo y en la distancia. Quizás ,
por ejemplo, aquel adolescente de largos cabellos que quiso creer en el amor
eterno...
V.
La canción crea un ambiente, una escena, un país,
un mundo imaginario. Un mundo atemporal a veces; otras sumamente
específico y con una visión muy enriquecida gracias a la combinación de música
y palabra, de ritmo, de entonaciones, de silencios. Como si fuera un
calentamiento psicodramático directo que nos trasladara con “potencia”, en el
sentido que a este término le da Joen Fagan[10], al lugar adónde queremos acompañar o llevar al
paciente para experimentar tal o cual cosa.
Si nos dejamos llevar intensamente por algunas
canciones, en el contexto de la sesión terapéutica, nos podemos trasladar
mágicamente a un mundo casi virtual, posibilitador de intervenciones específicas
y, desde luego, potencialmente muy útiles, si también atendemos al proceso de
descodificación.
VI.
La canción también es una confrontadora del discurso mecánico, del “abboutism “ de
Perls, del acercadeísmo, del hablar sobre algo o acerca de algo sin estar
realmente implicado en ello. En
estos casos lo que podemos hacer es simplemente levantarnos, poner una canción
y ponernos a escucharla a ella ( a la canción, que se convierte en un Otro, en
un tercero) en lugar de al paciente. Como si le estuviéramos diciendo: “ O te
pones de otra manera, o escucho al otr@...”.
La reacción suele estar garantizada y, si lo
transferencial está debidamente clarificado, deviene una poderosa técnica para
que el paciente se ponga de verdad en aquello en lo que está. Exige, claro,
como en general las ideas y experiencias reflejadas en este escrito, que un@
como terapeuta, en este caso no solamente también sea capaz de estar en lo que
está y con el otr@, sino que pueda manejarse en ese proceso mejor que el
partenaire. Si no, me parece que es mejor no intentarlo.
VII.
Instalar una canción en el
encuadre terapéutico permite lo que podríamos conceptualizar como “hacer estéreo”, abundar en el tema del
paciente desde otro lugar, lugar que resonará como otro canal musical
escuchándose simultáneamente ( de ahí el nombre) Así podemos facilitar que el
paciente se meta más o mejor, o de otra manera, en aquello en lo que ya está.
Por ejemplo, alguien está hablando de su padre
y ponemos una canción sobre el padre (
El “Pare” de Serrat, el “ Padre” o “El
Maestro” de Patxi Andión, o el “Grand Père” de Moustaki, por citar sólo algunas
posibles...) El poder sentir, no sólo pensar, que lo que le pasa a un@ es algo
en el fondo parecido, aunque las formas sean distintas, a lo que también le
pasa o le pasó a otro, desvela el narcisismo subyacente en la mayoría de las
congojas y, además de ser muy clarificador, es un buen alivio balsámico que
produce un efecto ablandador de las defensas neuróticas, sustentadas todas
ellas por definición en una parcialización interesadamente selectiva de la
percepción global, holística u organísmica.
VIII.
Otra posibilidad, por último, es iniciar la sesión
con una canción. Es decir, aprovechando la capacidad que todos los terapeutas
desarrollamos, de uno u otro modo, a partir de ciertos años de experiencia
profesional y de un tipo de entrenamiento específico, de poder adivinar con
relativo éxito cómo y con qué va a venir el paciente a la siguiente sesión,
podemos empezar con una canción sobre “eso”.
Este tipo de intervención suele producir lo que sin
demasiadas vacilaciones podríamos considerar como un “ shock transferencial”. O también, desde
otro punto de vista, un “shock mágico”: el paciente se suele quedar impactado
de lo que suele vivir como poder de adivinación del terapeuta ( “ ¡ cómo sabías
que estaba en “eso”...”), si es que conseguimos acertarla. Más allá del
evidente florilogio narcisista del clínico, lo que estamos haciendo es utilizar
el poder metafórico de la canción, que aquí es como un cartucho con muchos
perdigones, una hipótesis multiversa como hubiera dicho seguramente
Michel Katzeff. Así que no es tan extraño que alguno de los perdigones acierte.
Por otra parte y como efecto más sutil, estamos
posibilitando a través de esa reacción, frecuentemente intensa y por lo tanto
fácilmente organísmica o integral, empezar la sesión con los tres centros del
paciente presentes o activados. Ya que una buena canción escuchada en un buen
momento, casi siempre produce un impacto a la vez corporal, emocional y mental,
cuyo rescate y elaboración resulta tantas veces harto esclarecedor.
EJEMPLOS
Intentaré mostrar aquí el uso particular de algunas
de las canciones que he venido utilizando, y para qué tipo de situaciones me
parecen apropiadas
Quiero señalar algo que seguramente ya resultará
obvio: que para una misma situación (!en realidad no existen dos situaciones
iguales...!) pueden ser útiles por supuesto otras canciones. Es más, que una
las características de éstas (las canciones) es precisamente su multiplicidad
de sentidos. Así que un mismo tema puede
ser útil, por supuesto, para situaciones diferentes de las aquí descritas.
También a mi me sucede así. Sólo he pretendido dar unas pequeñas pinceladas, pero
quiero dejar constancia de que para situaciones idénticas he trabajado con
otras canciones y, al mismo tiempo, las
mismas canciones me han sido útiles para otras situaciones diferentes a las
aquí comentadas.
También, claro está, recordar que no tiene nada que
ver la experiencia de escuchar la canción en la situación descrita, con los
apuntes que pretendo dar con los ejemplos. Frente a la duda de incluirlos o no,
he optado por hacerlo y añadir algunos fragmentos de la letra, así como
comentarios sobre el “tono” del tema. Será la imaginación del lector la que
deberá completar los trozos señalados para poderse trasladar a las escenas
referidas.
Recordar por último la importante función del humor
como terapia. Observará el lector que en muchos casos hay una ironía sobre el
drama, ironía que sólo si el paciente capta podrá abrirse a la sonrisa que le
permita desengancharse del excesivo apego a algo, asunto que pretendemos
señalarle frecuentemente a través de la canción.
1. Cuando un
paciente está que si acepta que si no acepta la culpa de algo, y no acaba de
entrar en el dolor. Esa persona que se remueve y se remueve sin fin en
palabras, en justificaciones y en algo que no acaba nunca de ser llanto o
rabia, pero que tiene todo el color de lo que parece esconder. O cuando alguien
conecta por primera vez con la cabronería del carácter, o de la
neurosis, o de la
enfermedad. O ese momento ( o momentos) en los que un@ se da
verdadera cuenta del daño causado a otros... pero no acaba de soltarse al
llanto, a la explosión o a la conexión silenciosa.
Ahí una canción muy buena es “ Fallaste, corazón “[11]. Se trata de un tema mexicano cantado con un tono
muy insultón, muy de pasar cuentas. Según lo visto, da sentido externo a una
voz generalmente interna y de difícil expresión o asunción como tal ( el
llamado Super-Ego en psicoanálisis, Mandón en gestalt, o también, con algunas
diferencias, el “Pinche Cabrón” del Don Juan de Castaneda[12] ) :
“ Y tú que te creías
/ el rey de todo el mundo, / y tú que nunca fuiste / capaz de perdonar, / y cruel y despiadado / de todo te reías, / hoy imploras cariño, / aunque sea por piedad. / Adónde está tu orgullo, / adónde está el coraje, / y hoy que estás vencido / imploras
caridad, / ya ves que no es
lo mismo / amar que ser amado, / hoy que estás acabado / !qué lástima me das..!./
Maldito corazón / me alegro que ahora sufras, / y llores y te humilles / ante ese gran amor.
/ La vida es la ruleta, / en que
apostamos todos, / y a ti te había
tocado, / no más la de ganar. / Ya ves
que no es lo mismo / amar que ser amado.
/ hoy que estás acabado / !qué lástima me das... ! “ /.
2. Para animar al paciente a sacar la transferencia
negativa - es decir, el conjunto de actitudes y sentimientos de tipo odioso,
agresivo o tanático que el paciente suele experimentar hacia el terapeuta,
tanto por razones de índole histórica ( la traslación a la intimidad de la
relación terapéutica de los patrones básicos vinculares con las figuras paterna
y materna), como por reacción a la actitud de frustrar lo falso que tiende a mantener
el gestaltista - : Ahí, el “ Ódiame ”[13] , sobre todo la versión de Dyango, mucho más
pasional que la de por ejemplo José Feliciano :
Ódiame por piedad / yo te
lo pido. / Ódiame sin medida / ni clemencia./ Odio quiero más / que
indiferencia, / que el rencor / hiere menos / que el olvido. / Si tú me odias /
quedaré yo convencido / que me amaste mujer / con insistencia. / Pero ten
presente / de vuelta a la experiencia, / que tan sólo se odia / lo querido... /
3. Cuando alguien descargó
rabia u odio contra la madre, sintiéndola perdida, separado trágicamente de
ella y, normalmente, con una gran culpa o desarraigo; o como una forma de
recuperar no tanto la madre tragada como la madre real o esencial ( la persona
que en realidad es o fue la madre, más allá de la propia proyección que la
convirtió en objeto)... O también en la
misma situación ( pérdida real o simbólica de la madre), para favorecer el
contacto con la “otra madre”, con la llamada Gran Madre ,
con la Diosa [14] de
Whitmont :
En este caso me ha dado muy buenos resultados el “Ontoro
Momo” ( de la versión del
Mahabharata de Peter Brook[15]). Es
un tema muy lento cantado por una voz femenina muy dulce, en el que el sonido
“mómo”, por asociación fonética obvia con “máma”, actúa como conductor
emocional de la atención.
Se parece a la
Irene Papas del “Odes” de Vangelis [16] en lo arcaico y profundo del sonido, pero se
diferencia en mi opinión porque en el primer caso resaltan más los medios -
agudos que los graves, más claros éstos en el paisaje sonoro helénico que
retratan Papas y Papathanasiou.
4. El mismo
asunto, pero con el padre: el “Dear father” de Neil Diamond, que se escucha en la B.S.O. de la película Juan Salvador
Gaviota[17]. Sobre una melodía muy dulce y muy amplia, se
levanta una voz masculina y grave que implora..:
Dear Father / we dream / we dream / we dream / while
we may. / Who are we / to need / we need / we need / while we wait / while we
wait /
( Querido Padre / soñamos
/ soñamos / nosotros soñamos / mientras podemos. / ¿ Quienes somos para
necesitar? / Necesitamos / necesitamos / nosotros necesitamos / mientras
esperamos / mientras esperamos. )[18]
5. También con el padre, o con la figura paterna, pero
más en la fase de post-confrontación, desde el niño que le puede pedir a su
papá lo que nunca le pidió, o decir lo que nunca le dijo... También desde el
niño que pide auxilio al padre en lo más difícil para él: Ahí, la muy querida “
Cáliz ”[19]. Yo
la utilizo en la versión de Amancio Prada y Francisco Umbral; sola cuando
quiero resaltar el contenido, o en combinación con las versiones brasileñas
cuando me interesa confundir la claridad de lo racional con la emotividad de
éstas últimas:
Como beber de esa bebida
incierta / como cantar el dolor, la miseria, / calló la boca, pero grita el
pecho. / La luz en la ciudad ya no se escucha. / De qué valió ser hijo de un
retablo, / preferiría ser hijo de un sueño, / o de un amor más vivo, uno
cualquiera; / tanta mentira, tanta
fuerza bruta./
Es tan difícil despertar
callado / cuando la noche muda me hace daño. / Quiero lanzar un grito
sobrehumano, / es mi manera de ser
escuchado. / Este silencio, Dios, esta marea, / ensordecido permanezco atento,
/ en mi avizor para en cualquier momento / ver la asunción del monstruo entre
la niebla /
Padre, aparta de mi este
cáliz, / aparta de mi este cáliz, / aparta de mi este cáliz, / de vino negro de
sangre. /
De tan dorado el mueble ya
no anda, / de tan usado el cuchillo no acierta. / Es tan difícil, Padre, abrir
la puerta / a esa palabra rota en la garganta. / Orgía triste y antigua del
mundo, / ¿de qué me vale buena voluntad?. / Atado el pecho, llora la cabeza /
de los borrachos ciegos de ciudad. /
Padre, aparta de mi este
cáliz...
Tal vez el mundo no sea
pequeño, / ni sea la vida un hecho consumado. / Quiero inventarme mi propio
pecado, / quiero morir de mi propio veneno. / Quiero perder de una vez la
cabeza, / que en mi cabeza pierdo tu juicio. / Oler el alma diesel del asfalto,
/ y emborracharme hasta que me olviden. /
Padre, aparta de mi este
cáliz...
6. Cuando el paciente está recriminando la historia
del pago de dinero, o cuando se pone en plan “ Yo te compro con mi dinero”, o “ Tú sólo me quieres porque yo
te pago”: En este caso, una que puede llegar a ser fulminante es “ Ni se compra”[20] , una canción
muy alegre, que yo he utilizado en la versión cantada por Manolo Escobar:
Me ofrecen / correr el
mundo entero, / honores y dinero, / y amores de verdad. / Y a cambio / me piden
un te quiero, / y yo me muero muero / por no poderlo dar. /
Porque estuve / viviendo la vida / y no supe / engañar ni
fingir. / Y a la gente / que amor me
pedía, / que amor me pedía / les dije yo así: /
Ni se compra ni se vende /
el cariño verdadero, / ni se compra ni se vende, / no hay en el mundo dinero /
para comprar los quereres. / Que el cariño verdadero, / que el cariño
verdadero, / ni se compra ni se vende /
7. Para el paciente que quiere abandonar la terapia
prematuramente, o que en realidad no quiere dejarla sino que esa manifestación
es en realidad la actuación ( el acting) de una agresión o de un reclamo hacia
el terapeuta...”: Una buena réplica es el “ Y te vas ”[21] de José Luis Perales:
“ Yo te di, / te di mi
sonrisa, / mis horas de amor, / mis horas de sol, / mi cielo de abril. / Te di
mi calor, mi flor, / te di mi dolor. / Te di mi verdad, mi yo, / te di lo que
fui. /
Te ofrecí, / la piel de
mis manos, / mi tiempo mejor, / mi humilde rincón, / mis noches sin ti. / Mi vida y mi libertad, / y un poco de amor. /
Lo poco que fui, mi amor, / lo poco que fui. /
Y tú te vas, / que seas
feliz. / Te olvidarás / de lo que fui, / y yo en mi ventana / veré la mañana /
vestirse de gris. / Y tú te vas, / que seas feliz. / Te olvidarás / de lo que
fui, / y yo en ventana / veré la mañana / vestirse de gris./
Yo te di / la luz de mis
ojos, / mis horas de miel, / mi llanto de hiel, / mi respiración. / La luz de
mi amanecer, / mi leña y mi hogar, / el canto de mi gorrión, / y un poco de
paz. /
Y tu te vas, / que seas
feliz. / Te olvidarás...
8. En general para los miedosos, paranoicos y
rígidos; les suele ayudar a llorar y,
por lo tanto, a descargarse y a soltarse, así como a conectar con ese niño tan
hermoso y tan noble que llevan dentro: “ El mendigo “ de Victor Manuel[22].
A mi puerta llegó
sonriente un mendigo. / Tembloroso y feliz, una mano extendió. / Dos monedas le
di y con gesto tranquilo / me preguntó:
“¿ Eres feliz”? “No lo soy, buen amigo”. /
“ ¿Qué te pasa Manuel si
eres joven y rico, / y una linda muchacha suspira contigo?”. / “No lo puedo
saber y me siento aturdido”. / “Pues despierta Manuel; vamos... vente conmigo:
Será la luna compañera de
tus sueños. / Serás muy rico con los sueños más pequeños”./ “No sé, no sé...
Mejor me iré”. /
He aprendido a soñar y
buscar los quejidos / de la vieja guitarra que vive conmigo. / He aprendido a
rezar y a temblar aterido, / en las noches tan largas del invierno frío. / Y en
las noches sin luz cuando quema el rocío, / una estrella que pasa me
llama... mendigo”. /
9. En general también, para los envidiosos u orales -
agresivos, para los que gustan de empeñarse en que no hay ( “ni hubo... !
pero habrá, coño !” ) Sobre todo cuando ya ha transcurrido un cierto tiempo
de terapia; de manera que un@ puede estar segur@ de que no va a caer en la
trampa, porque ya constató que dio y lo que dio, y sabe que el otro muy a su
pesar no lo va a poder desmentir: “
Celos de mi guitarra ”[23], una
balada muy melosa de un José Luis Perales en pleno apogeo dulzón.
“ Yo sé que tienes celos /
de mi guitarra, / yo sé que lloran tus ojos / cuando me ven abrazarla: / yo sé
que tienes niña / herida el alma. /
Y sé también / que te has
sentido feliz, / sentada junto a mi hoguera / mirando la primavera pasar./
Recuérdame, / y vive tus quince años / yo te prometo soñarlos / Adiós. .”
La
actitud del terapeuta.
Nada de esto me parece posible si el terapeuta no se
deja tocar por las canciones él mismo. Yo suelo decir frecuentemente cuando veo
de enseñar este asunto, que en realidad se trata de poner la canción casi casi
para un@ mism@, y no tanto para el otro.
Si el terapeuta se pone realmente “en serio”, se
deja tocar, por lo que podría ser de otro modo una bufonada, me parece que se
produce, por una parte, un contagio del estado de emocionabilidad, aunque las
emociones puedan ser diversas. Y, por otra, un contagio de la actitud
paradójica ( fundamentada en la ironía) del terapeuta que, si es percibida por
el paciente, da la clave, el guiño, para poder recibir el mensaje y que devenga
útil.
Aunque esto habría que matizarlo más. Quiero decir
que es la propia emoción contenidamente intensa del terapeuta lo que sutilmente
y sin palabras llega al otro, al paciente. Creo que cuando un@ pone una canción
o una música, pone además y muy especialmente la carga afectiva propia, lo que
para un@ significó en su día, así como de quien la recibimos. Es decir,
más en general, las circunstancias en que la escuchamos la primera vez, y cómo.
Según mi experiencia, por ejemplo, una canción
dedicada terapéuticamente a un@ como paciente, en un momento determinado, es
como un regalo que además de entidad material posee carga simbólica. Y eso la
hace especialmente poderosa para el uso con el paciente. Aunque como
contrapartida está muy cargada de emoción y de contenidos particulares por
parte del terapeuta.
Me parece necesario considerar, pues, que la forma
como le resuene o le toque al otro ( al paciente) será la suya. Aquí es preciso
renunciar claro a los propios contenidos. Y esto es, creo, una de las cosas que
un@ va aprendiendo con los años, Me sigue pareciendo una de las cosas más
difíciles de manejar bien.
Sigo estando convencido de que es el “fondo
compartido” - eso que no es nada, que es todo a la vez, la forma / no-forma que
contiene y disuelve todas las formas, y que tanto quiere a las artes ( ... y a
la música en particular) como instrumento privilegiado de expresión – es “eso”
lo que realmente vuelve potencialmente poderoso el uso de música o poesía y,
por extensión, de canciones.
La actitud que he encontrado más adecuada es, como
anunciaba más arriba, una de escucha intensa y contenida, en silencio.
Dejándose conectar en el fondo o campo con la propia historia personal y con lo
que a un@ le está ocurriendo en el presente; y, en la figura o primer plano,
con la historia del otro y con lo que al paciente le pueda estar ocurriendo en
el aquí y ahora de la sesión.
Aunque la confianza en la propia espontaneidad
reactiva, en la contratransferencia en su sentido más amplio, indicará cuando
dejarse llevar por los llantos, las miradas, los suspiros o las risas compartidas
que pueden ( y suelen...) aparecer.
La pertinencia clínica no sabe de técnicas que, por
muy refinadas que sean, no dejan de ser mediocres frente a la capacidad para
estar ahí, “simplemente”, simple - mente.
Si quieres hacer una experiencia más amplia al respecto, te propongo que te mires la información que sigue aquí.
Si quieres hacer una experiencia más amplia al respecto, te propongo que te mires la información que sigue aquí.
(*) Del libro Rams, A.: Clinica gestáltica, Metáforas de Viaje. www.edicioneslallave.com.Vitoria.2001
[1] Serrano, N. M.: 1878, op. cit. Tomo 10.
P. 896
[3] Campbell, J.: El héroe de las mil caras. Fondo de
Cultura Económica. México. 1959.
[6] Naranjo, C: Carácter y neurosis. Una
visión integradora. Ediciones La Llave. Vitoria. 1996. P. xxxvii.
[7]
Hablo todo el tiempo de sesiones individuales de terapia gestalt por ser
mi campo específico, y el encuadre teórico - práctico en el que me manejo.
Pero, en realidad, muchas de las cosas dichas son aplicables a sesiones de
psicoterapia más en general, no específicamente gestálticas. Aunque otras no
tanto, ya que el uso de lo que digo presupone una cierta manera de entender la
terapia y el proceso terapéutico, y muy particularmente el rol y la función del
terapeuta.
[8] Borja, G.: La locura Lo cura.
Ed. del Arkán. México.1995. P. 120.
[10] Fagan, J.: “Las tareas del
terapeuta”, en Fagan, J. - Shepherd, I.: Teoría y técnica de la psicoterapia gestáltica.
Amorrortu. Buenos Aires. 1978.
[11] Cuco Sánchez : Fallaste, corazón.
Ediciones Del Prado. Madrid. 1990.
[12] Castaneda, C.: Las enseñanzas de Don
Juan. F. C. E. 1974.
[13] Otero, R.: Ódiame. Ediciones del
Prado.1991.
[14] Whitmont, E. C.: Retorno de la Diosa. Argos-Vergara. Madrid.1984 .
[15] Brook, P.: The Mahabharata Original Soundtrack. Real World
Records LTD. West Germany. 1990.
[16] Papathanasiou, V. - Papas,
I.: Odes. ¿.
[17] Diamond, N.: Johan Sebastian Seagull. The original motion
picture soundtrack. CBS 69047.
[18] Según la traducción de Ruth Vila.
[19] Prada, A. - Umbral, F.: Cáliz. (
original de Chico Buarque / Gilberto Gil), en Dulce vino de olvido.
Fonomusic. Madrid. 1986.
[20] Monreal, ¿.: Ni se compra. En Manolo
Escobar 20 éxitos. Divucsa. Barcelona. 1988.
[21] Perales, J. L.: Y te vas.
Ediciones del Prado. Madrid.1991.
[22] San José, V. M. : El mendigo, en
Ay Amor. CBS - Sony. 1981.
[23] Perales, J. L.: Celos de mi guitarra.
Ediciones del Prado. Madrid.1991.